El propósito del empleo va mucho más allá del dinero que recibimos. Claro, el ingreso es vital, nos permite cubrir nuestras necesidades básicas y soñar con un futuro más seguro. Sin embargo, un buen empleo nos da mucho más. Nos brinda un sentido de propósito. Nos hace sentir que lo que hacemos tiene un valor, que estamos contribuyendo a algo.

También nos ayuda a estructurar nuestra vida diaria. Nos da una rutina, nos obliga a levantarnos y a ser productivos. Es en ese ambiente donde desarrollamos un sentido de pertenencia, al trabajar codo a codo con colegas que, con el tiempo, pueden convertirse en amigos. Compartimos victorias y retos, y nos apoyamos mutuamente.

Un empleo, en el mejor de los casos, es una fuente de crecimiento personal. Nos impulsa a aprender continuamente, a resolver problemas y a superar obstáculos. Nos reta a ser mejores de lo que éramos ayer.